El acercamiento de Trump y Putin resucita el interés de Alemania por el gasoducto Nord Stream
Políticos y expertos especulan con el reinicio del suministro ruso mientras otros alertan de sus consecuencias perniciosas. “Se estaría financiando la próxima espiral armamentística rusa”, afirma la copresidenta de Los Verdes


Parecía un asunto cerrado, algo que era mejor olvidar, porque terminó mal. Una explosión submarina, en septiembre de 2022, reventó tres de los cuatro gasoductos Nord Stream que conectaban la costa rusa con la alemana por el mar Báltico. El proyecto simbolizó, como ningún otro, la malsana dependencia de Alemania hacia la Rusia de Vladímir Putin, y la complacencia occidental en los años previos a la guerra en Ucrania.
Unos meses después de la invasión, Nord Stream quedó enterrado, y ahora resucita. La aproximación del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a su homólogo ruso vuelve a colocar el gasoducto en el tablero geopolítico y económico.
“El interés por restablecer el suministro normal de energía a Europa, ¿es solo interés de Estados Unidos y Rusia?”, dijo la semana pasada Serguéi Lavrov, ministro ruso de Exteriores. “Probablemente, será interesante si los americanos usan su influencia en Europa y la obligan a no rechazar el gas ruso”.
La Casa Blanca ya habló, después de conversar Trump con Putin el 18 de marzo, de “los enormes acuerdos económicos” que podría traer una mejora de la relación entre ambos países. El Kremlin mencionó “la economía y la energía” entre los “intereses mutuos” ruso-estadounidenses.
En el mundo político y empresarial alemán, muchos toman nota y razonan: si Trump y Putin se ponen de acuerdo sobre Ucrania, si EE UU levanta las sanciones a Rusia, si estos países deciden restablecer el flujo energético, ¿por qué Alemania y su industria, cuya crisis se agravó, entre otros factores, al cortarse la energía barata rusa, renunciaría a participar en el negocio? ¿Por qué limitarse a ser espectador?
Son demasiados síes, demasiadas hipótesis antes de que esto suceda. Y en Alemania y Europa está sucediendo lo contrario: para el futuro canciller, Friedrich Merz, el objetivo es rearmarse ante la amenaza de Rusia, y no regresar a la dependencia. Por eso es llamativo que las voces que especulan sobre la reapertura del gasoducto vengan de un partido como la CDU de Merz, menos ligado históricamente a Rusia que el SPD del excanciller Gerhard Schröder. Tras abandonar el cargo en 2005, Schröder presidió el Consejo de Administración de Nord Stream, controlado por la empresa estatal rusa Gazprom.
“Si pensamos a dos años vista, puede haber sorpresas”, escribió en la red social LinkedIn Thomas Bareiss, diputado de la CDU. “Cuando vuelva a reinar la paz y entre Rusia y Ucrania las armas se callan (y esperemos que eso ocurra pronto), las relaciones se normalizarán, los embargos se levantarán tarde o temprano y, por supuesto, el gas podrá fluir de nuevo, quizá, esta vez, en un gasoducto bajo control estadounidense.”
Bareiss no es un diputado de primera fila, pero figuras de rango de la CDU, como el presidente del Estado germano-oriental de Sajonia, Michael Kretschmer, han pedido suavizar las sanciones a Rusia. “Es algo totalmente caduco y no encaja con lo que están haciendo los americanos”.
“Lo peligroso es ver con qué velocidad, y aunque no existe ningún acuerdo de paz, se habla de nuevo sobre los negocios”, declara a EL PAÍS Franziska Brantner, copresidenta de Los Verdes, partido que ha formado parte del Gobierno saliente de Olaf Scholz. “En modo alguno es hipotético”, subraya, “cuando se escucha cómo políticos de la CDU hablan de manera concreta sobre ello, y cómo hay despachos que trabajan en ello de manera muy concreta”.
El historiador Bastian Matteo Scianna, autor del recién publicado Sonderzug nach Moskau, Geschichte der deutschen Russlanpolitik seit 1990 (Tren especial a Moscú. Historia de la política alemana hacia Rusia desde 1990) es taxativo, también: “El momento es completamente equivocado. Envía una señal de debilidad y expresa un deseo de business as usual”. Es decir, de volver a lo de siempre: una relación con Rusia basada en la economía, y que acabó alimentando las arcas de Putin para la guerra.
Según Scianna, las palabras de Bareiss y otros “muestran que, también en la CDU, hay personas que, respecto a Rusia, piensan más en términos de política comercial”. ”Uno esperaría que un jefe de partido o un canciller federal como Merz dijese: ‘No podemos mirar permanentemente las ventajas económicas, sino que debemos incluir las cuestiones de seguridad y defensa”, asegura.
En la CDU se ha abierto un debate. Tras las intervenciones de políticos democristianos como Bareiss, otros, como el diputado Roderich Kiesewetter, han replicado que, en el acuerdo de coalición con el SPD que se negocia en estos momentos, “debería excluirse la reactivación de Nord Stream para cortar de raíz las especulaciones y las ambiciones filorrusas”.
Control de Washington
Hay al menos un empresario, el estadounidense Stephen P. Lynch, interesado en comprar el gasoducto. Tras el sabotaje, que algunas informaciones vinculan con ciudadanos de Ucrania, los dos tubos de Nord Stream 1 explotaron, así como uno del Nord Stream 2. Un cuarto quedó intacto. “Esta es una oportunidad única”, explicó Lynch en noviembre a The Wall Street Journal, “para lograr el control americano y europeo de una fuente de suministro energético para el resto de la era de los combustibles fósiles”.
El Ministerio de Economía de Alemania explica que ni se contemplan conversaciones con Rusia sobre el suministro de gas por el tubo, ni se plantea la autorización legal para reabrir el Nord Stream 2. La Asociación Empresarial Alemana del Este afirma por correo que “es demasiado pronto para valorar si y cuándo las relaciones económicas y energéticas germano-rusas pueden reavivarse”. Una normalización a corto plazo, en todo caso, “es improbable”, añade.
Otro personaje en los esfuerzos para resucitar Nord Stream es el alemán Matthias Warnig, según el diario Financial Times. Warning fue espía de la Stasi, la policía secreta de la República Democrática Alemana. Al caer el Muro, trabajó para la banca alemana en San Petersburgo, donde conoció a Putin (otra versión apunta que se conocieron cuando el presidente ruso era agente de la KGB en Dresde). Hasta 2023 fue el gerente de Nord Stream 2.
Ahora, según el Financial Times, “el plan de Warnig incluye contactos con el equipo de Trump mediante empresarios de EE UU, como parte de un esfuerzo entre bambalinas para lograr acabar con la guerra de Ucrania al tiempo que se profundizan los vínculos económicos entre EE UU y Rusia”. En declaraciones a Die Zeit, Warnig niega cualquier implicación.
Existe una constelación de empresarios, académicos y políticos que obviaron durante décadas la amenaza rusa y promovieron las relaciones con Putin. Schröder era el más destacado en lo que algunos llaman la Moskau Connection, o conexión de Moscú, pero no el único.
“La Moskau Connection en la CDU, la CSU [hermana bávara de la CDU] y el SPD simplemente no ha desaparecido”, dice Franziska Brantner, de Los Verdes. “Son los mismos que ya lo hicieron antes de 2002. Y tres años después todos siguen ahí”.
El temor de un sector de la política y la industria es que Alemania se quede descolgada si un día retoman los negocios entre EE UU y Rusia. El temor de otros —en Los Verdes, pero también en el SPD y la CDU— es que regrese lo que el historiador Scianna llama “la utopía de la interdependencia” germano-rusa. Lo que hizo creer que un gasoducto contribuiría a la paz en Europa. Si se reabriese Nord Stream 2, advierte Brantner, “se estará financiando la próxima espiral armamentística de Putin”.
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